“Mestura Joven”, una fuente de energía para el espacio público de Puerto del Rosario
Segundo miércoles consecutivo con actividad complementaria para el proyecto piloto de Mestura Puerto. El pasado miércoles día 8 de noviembre realizamos la ruta urbana por el barrio de “El Charco” para conocer un poco más el estado del espacio público del barrio. En este caso, también nos íbamos de paseo, pero esta vez al Colegio San José de Calasanz.
La infancia es una edad fundamentalmente de aprendizaje, pero no por ello menos capacitada para opinar, proponer y construir como parte indispensable de nuestra sociedad. Podemos aprender mucho de las más pequeñas, pues son personas llenas de creatividad e imaginación ilimitada, sin prejuicios ni miedos. Expresar sus necesidades y propuestas respecto a los espacios que usan les motiva, les ilusiona y les hace sentirse parte de ellos.
El colegio del barrio de “El Charco” nos recibió en la mañana del 15 de noviembre para realizar diferentes actividades con los niños y niñas de 6º de primaria. El objetivo era trabajar de forma directa con el sector más joven, haciendo que tomen parte de la evaluación y el diseño de un espacio público inclusivo, donde cualquier persona se sienta cómoda y pueda divertirse.
Así, realizamos varias actividades durante unos noventa minutos de su jornada escolar para que pudieran tener una primera experiencia con un proceso de las características de Mestura Puerto. La primera de las actividades fue una toma de contacto con el contexto del espacio público (parques, plazas y calles) y les pedimos que en un folio en blanco expresaran de la manera que quisieran cómo sería el espacio ideal donde ellos irían a divertirse. Algunas prefirieron describir dicho espacio ideal de forma escrita mientras que otras se sentían más cómodas dibujando. Mientras tomaban su tiempo para pensar y expresarse, las más atrevidas se lanzaban a compartir sus ideas con el resto del grupo, ayudando a construir ese espacio ideal de forma colectiva.
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Al principio muchas se centraban en lo más fácil, la diversión, haciendo propuestas de usos y actividades: “columpios gigantes, piscinas profundas, tirolinas y zonas de escalada…”, “canchas deportivas, colchonetas elásticas y pistas de patinaje…”. Después de la primera lluvia de ideas se empezaban soltar y con ello aparecían otros aspectos interesantes relacionados con la organización: “una sala para guardar mis juguetes”; el diseño o el confort: “zonas arboladas donde sentarse a la sombra”, “una zona para que las personas puedan plantar”, “un parque colorido y todo limpio, sin cacas de perro”, “un mini bar para poder comer, merendar o cenar en el parque”; la creatividad: “un muro gigante y libre para hacer graffitis”; la inclusividad y el espacio compartido: “una zona para niños más pequeños”, “un espacio para que estén los papás, las mamás y los abuelos, porque si no, no pueden traer a los más pequeños”, “un merendero para toda la familia”, “una zona para perros” o aspectos no físicos: “un sitio para estar con mis amigos”, “un parque con wifi”.
Pero, aparte de todo esto, hay dos aspectos en el que las más jóvenes nos dan lecciones de creatividad e imaginación, hablando de lo utópico: “una tienda donde regalen tarta”, “un río rodeando el parque”, “una sala con drones para ver el parque desde arriba” o lo abstracto: “un parque en el aire”-.
Después de esta primera actividad, en la que compartíamos las ideas de nuestros parques y plazas ideales, los niños y niñas ya estaban motivados para lo que venía. Les tocaba ahora evaluar. Primero evaluación desde la experiencia a través de espacios locales conocidos para todas, y luego una evaluación desde la percepción, a través de otros espacios de referencia a nivel internacional.
Pasar de lo conocido a lo desconocido, de lo que controlas a lo que no has experimentado nunca. Por medio de fotos y vídeos los niños iban abriendo su mente a nuevas posibilidades. Actividades, objetos, tipos de espacio aparecían ante la mirada atónita y exclamaciones de “¡¡GUAAAAAAAAAU!!”, “¡yo quiero uno de esos!”, “¡qué bonito!” o “¿por qué no hacen eso aquí?”.
De una manera abierta y colaborativa íbamos debatiendo y reflexionando conjuntamente sobre qué nos gusta y qué no nos gusta de lo que estamos viendo y por qué razón, entendiendo así su funcionamiento. Cuando las propuestas de aspectos positivos o negativos debatida y comentada por todo el grupo estaba suficientemente madurada, lo reflejábamos en un tablón común.
Así, desde la experiencia de cada una de nosotras y las nuevas percepciones aportadas, íbamos construyendo nuestro espacio público ideal de una manera más rica y compleja: “hay mucha gente”, “parece muy divertido”, “parece que los niños son libres de jugar como quieran”.
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Y es entonces cuando se daban cuenta de uno de los aspectos fundamentales respecto a la creación de este tipo de espacios: cómo se lleva a cabo y quién participa de ello. “¡Todo está hecho con cosas recicladas!”, “eso lo podemos hacer nosotras, ¡entre todas!” “¡qué divertido!”… Espacios de Inglaterra, México o China, que parecen tan lejanos, empiezan a entenderse como algo posible en Puerto del Rosario, valorando además, lo más importante para ello: las personas.
Para cerrar esta hora intensa y llena de energía positiva acabamos invitando a niños, niñas y profesores a asistir a las siguientes jornadas del proceso, haciendo una sencilla pregunta: Si tuvieran que volver a dibujar ese parque ideal que realizaron al principio de la actividad ¿lo harían igual? a lo que todas respondieron de forma unánime: “¡NOOOOOOOOO!”